Vocación efímera

Vocación efímera

Por Connie Mandel

“Para encontrarse, primero hay que perderse”, fue la frase que me dijo mi psicóloga hace varios años atrás, durante una sesión en la que yo estaba trabajando temas de insatisfacción laboral/vocacional.

La gran mayoría de las personas, en algún o algunos momentos de nuestras vidas, pasamos por este tipo de crisis. A priori, diría que está buenísimo, nada mejor que escuchar esos ruidos internos, animarnos a hacernos preguntas. Dar entidad al malestar o insatisfacción que sentimos y trabajar para reconvertir ese aspecto de nuestras vidas y evolucionar. No es fácil, requiere de mucho “forcejeo interno” y a veces externo. Como la gran mayoría de los cambios, suele ser un proceso doloroso, ni automático, ni mágico, ni rápido.

¿Pero qué pasa cuando nos quedamos en el limbo por años, yendo y viniendo con nuestras insatisfacciones, cambiando de rumbo livianamente una y mil veces, sin resolver realmente los temas? Durante los últimos años vengo notando un fenómeno llamativo, que no era usual diez años atrás. 

Como dije, crisis vocacionales/laborales, sufrimos casi todos, pero pareciera que en los últimos años se incrementó el nivel de fantasía con el que muchas personas se conducen al respecto. Parece siempre más tentador/fácil/oneroso/divertido, lo que hace el otro, y rápidamente me imagino yo haciéndolo. Y aparece esa sensación linda de imaginarme en ese rol, siendo eso, con la vida perfecta que ahora no tengo. Y en muchas ocasiones, entonces, hago el cambio y me mando y cuando me mando, me doy cuenta que no era tan genial, o que implica cosas que no estoy dispuesto a hacer, o más duro aún, implica capacidades que no tengo, o una personalidad que no es la mía.

Y frente a la decepción, aparece otro rol/trabajo/carrera que sí será ideal, y las fantasías al respecto me generan mucha satisfacción y me engancho con esta nueva vocación, que ahora sí, será lo que necesito. Y el resultado vuelve a ser el mismo. Y pueden pasar así, 10/15 años, repitiendo este patrón de conducta.

No me malinterpreten, como dije, todos nos perdemos en algún momento. Las crisis personales son parte de la vida y son las que nos permiten evolucionar, ir mutando, y está buenísimo.

Pero es importante detectar cuando esto se ha transformado en una forma de conducirme, que no me permite realmente conectar con quién soy, y tal vez es ahí donde radica la cuestión. Quién soy, es limitado, tiene defectos y virtudes, tiene luces y sombras, y aceptar nuestras limitaciones es mucho menos satisfactorio y placentero, que fantasear con ser “perfectos”.  

Algunas recomendaciones al respecto:

1-Cuando detecto este mecanismo en mí, lo primero que tengo que hacer es acotar el “rumear neurótico”, darme cuenta que estoy fantaseando, y que en ese escape de imaginarme otro/a, estoy evitando el verdadero trabajo interno que tengo que hacer. 

2- Empezar a trabajar en mí, con honestidad. ¿En qué soy bueno/a, qué disfruto hacer, qué habilidades/conocimientos/network ya desarrollé que puedo aprovechar? Y más importante aún, ¿en qué no soy bueno/a, para qué no tengo paciencia, cuáles son mis defectos, qué cosas me molestan de mí, qué cosas les molestan a los demás de mí? Este paso es imposible hacerlo solo/a. Es con otros, pedir opinión, a amigos, familia. Trabajar con profesionales que nos acompañen en esta búsqueda interna.

3- Convivir con la insatisfacción es parte de ser humanos. Todos andamos siempre en la búsqueda de algo más (material, proyecto, amor, etc, etc.) y está buenísimo que así sea. El deseo nos moviliza, nos hace hacer cosas, nos mantiene vivos. El tema es cómo vivimos este deseo, si lo vivimos con entusiasmo, como un proyecto, como una meta a perseguir, o si lo vivimos con angustia. Posicionarse desde el desafío,  en vez de desde la carencia o la falta, cambia mucho la perspectiva.

4- En ocasiones, después de hacer el trabajo interno que tenemos que hacer, nos damos cuenta que no estábamos tan mal parados, en lo que respecta a vocación/trabajo. Muchas veces, nos damos cuenta que hay aspectos de lo que hacemos que nos nutren, que nos dan más de lo que a veces notamos. Muchas veces, nos damos cuenta que haciendo pequeños virajes, o sumando actividades, o complementando lo que hacemos con otra cosa, ya nos sentimos mejor. La realidad, es que en ocasiones esa necesidad de cambio, tiene más que ver con la falsa ilusión de completud, con la falsa ilusión de que en algún momento nos sentiremos absolutamente plenos. Esto nunca sucede. Ya lo dice WOS, “Mirá mamá, estoy arriba, y te juro que no hay nada más que la vida”.

Shares
  • Facebook
  • LinkedIn

Share This

Compartime

Comparti esta noticia con tus amigos